Nos encontramos en el auge del debate abierto públicamente por Julian Assange con la publicación de WikiLeaks sobre la vigilancia absoluta operada por el Gobierno Norteamericano (y de otros países) a través de sus embajadas, diplomáticos y espías desde hace ya algunas décadas. Debate atizado por las revelaciones de Edward Snowden sobre la "vigilancia mundial" operada por los llamados "Five Eyes". Debates sin duda que desestabilizaron más de una relación diplomática cuando los ofendidos tuvieron valor de encarar al Gran Hermano.

El Gran Hermano de la ciencia ficción se volvió así realidad. Un sistema que deja poco margen a la vida privada bajo la bandera de la paz mundial. Satélites, cámaras, espías, chips, micrófonos, cables, todo método es bueno para preservar orden del planeta, emparentando así lo privado a un lujo que solo pocos, o casi nadie posee.

Justo en esta supremacía del objeto mirada enaltecido por los "Five Eyes", ojos imperantes que se jactan de poder verlo todo, la cortina cae y un real emerge. Un avión desaparece con 239 pasajeros y miembros de la tripulación. Sin rastro alguno, los cinco ojos se convierten en veinticinco países que trazan la pista de un avión. Más de dos millones de ciudadanos que, de ser observados por un sistema se vuelven siervos de éste, ayudando a analizar las imágenes de satélites. Ciudadanos en busca de rastros, de restos, del trazo que logre preservar la completud de un mundo atravesado por la mirada, frente al real de la desaparición.

Paola González Castro
Doctorante del departamento de psicoanálisis de la universidad París 8, sección clínica de Bagnolet,
France-Mexique