La caída. Ese estado del cuerpo en el que de "tenerlo" se pasa a "serlo"; por la pura acción de la física sobre él… así empezaba mi cuento, la versión infantil, donde una niña se caía por un agujero en la tierra. Luego, un tamaño imposible de fijar, una bebida imposible de no llevarse a la boca. Una y otra vez la repetición de un imposible que por su "necesidad" toca el cuerpo de la que lee y empuja a leer eso una y otra vez.

Pero también, de un capítulo al siguiente una carrera ¿tras el conejo? tras el sentido, en el vértigo de un encuentro que se escurría de entre las letras, que a diferencia del túnel vertical, del cuerpo enorme que apenas cabe en la casa o la figura diminuta bajo la mesa, el delicioso elixir del frasco color púrpura, no se podía localizar en la imagen del dibujo. Era un eso no cesa de no entenderse, de no dejarse atrapar por la comprensión ¡Que le corten la cabeza!

Tal vez trozos sueltos que testimonian de los lazos, ataduras, enredos del saber y lo real, ahí donde el inconsciente de cada uno ha hecho grapa entre algo de lalengua y el cuerpo que goza.

La última enseñanza de Lacan desata lo real y el saber[1] para hacer su apuesta más allá de la elucubración, en la vía de un arreglárselas con lo real fuera de sentido. Tal vez la posibilidad de encontrar otra manera de hacer con la atención del Súper Yo a ¡que le corten la cabeza!

Leonora Troianovski
ELP, Barcelona