Crecimos con el imperativo "los hombres no lloran". Pasadas unas décadas la civilización ya no cuenta con esa trasmisión del Padre que apuntaba a apuntalar la virilidad en el reparto de la humanidad en dos sexos.

En diciembre en Córdoba se desató el caos con bandas armadas, ciudadanos abroquelados, ausencia de autoridades responsables. Algo se apoderó del cuerpo de cada uno que se escuchó después. Angustia y tensión agresiva dominaron. Un real desatado que sorprendió con fuerza, más allá del acatamiento o la transgresión de la ley, fuera de ella.

Un médico director de hospital (autoridad social otrora) interrogado por periodistas, lloró. Signo del cambio radical en la civilización: los hombres también lloran.

El envaramiento viril declina, también los ideales… ¿el horizonte?

La irrupción de ese real que deja al descubierto el aspecto destructivo de la pulsión de muerte que Freud formuló, irrumpe en otra civilización que sin aquellos imperativos produce soluciones que implican la satisfacción en los mejores o peores sentidos. La feminización del mundo trajo alivio y también transformó el simbólico y el acceso a los lazos. Con estos rasgos, ¿será que un real como este es más factible de irrumpir?

Ana Simonetti
Córdoba, EOL