Un réel pour le XXI sciècle
ASOCIACIÓN MUNDIAL DE PSICOANÁLISIS
IX Congreso de la AMP • 14-18 abril 2014 • París • Palais des Congrès • www.wapol.org

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5 MINUTOS A LA RADIO
Jean-Daniel Matet
Entrevista sobre el tema "Un real para el siglo XXI"
realizada por Anaëlle Lebovits-Quenehen

Anaëlle Lebovits-Quenehen: Terminamos con la serie de emisiones a partir del título de nuestro próximo Congreso de la AMP, "Un real para el siglo XXI". ¿Qué le inspira este título?

Jean-Daniel Matet: Eso me hace pensar en la situación política actual en Francia – con la coyuntura singular de las elecciones municipales – pero también lo que ocurre en toda Europa, particularmente en Hungría con la llegada al poder de políticos extremistas, o en otros lugares, con la elección de diputados de extrema derecha, que defienden abiertamente tesis racistas. Nos da la impresión de que lo que hacía barrera al desencadenamiento de la segunda Guerra Mundial comienza a desaparecer. Lo que pesaba sobre las conciencias, en lo que concierne al antisemitismo en particular, está derritiéndose en los debates en los que la cuestión económica pareciera estar en primer plano, mientras que esta barrera no existe más. Es un fenómeno importante, aunque no se pueda circunscribir eso a una cuestión ideológica. De la misma manera en que Lacan podía decir de Freud en la Ética, que no era ni progresista ni marxista, precisaba también que no deseaba confrontar a los intelectuales de izquierda con los de la derecha, para recusar mejor los prejuicios burgueses. En nuestra época, estamos obligados a considerar que esta barrera, constituida en torno a las leyes derivadas de las consecuencias del nazismo, se está atenuando, lo que da testimonio de una relación muy diferente con lo real.

Entonces, se debe estar preguntando, ¿en qué concierne ésto al psicoanálisis? En el sentido en que Lacan decía que éramos hermanos de discurso cuando comentaba los principios republicanos de igualdad y fraternidad. Llegado el caso, vemos resurgir allí el peso de lo real, del odio, inherente a la fraternidad humana. Si los dispositivos democráticos y legislativos que organizan las sociedades no toman en cuenta el riesgo que comportan estos desencadenamientos de odio, entonces este real es un estrago. Vemos actualmente que las formaciones políticas, que en el pasado anduvieron en dimes y diretes con el extremismo más feroz, tienen a partir de ahora una cara democrática, y en nombre de la alternancia muchas personas están dispuestas a votar por ellos. Los psicoanalistas no pueden no verse afectados por esta cuestión, no sólo en el sentido del alma bella, sino porque eso condiciona el ejercicio mismo del psicoanálisis. Recordemos que el psicoanálisis no existe en los países totalitarios, ya que para existir necesita del ejercicio de las libertades de cada uno. Hace falta, no obstante, una condición para que la singularidad del psicoanálisis siga existiendo, la de la orientación ética de la que Lacan hablaba, es decir, de ser orientado por la cuestión del deseo, por ese real que, para el psicoanálisis, tiene una especificidad por el hecho de que trata de esta relación singular que es la transferencia y sus efectos. Ante esta cuestión de la pulsión, del odio, los psicoanalistas tienen algo para decir y transmitir, pero con un límite. Cuando el odio se desencadena, el ejercicio del psicoanálisis ya no es posible y los psicoanalistas están obligados a partir como lo hicieron durante el régimen nazi. Este exilio a los Estados Unidos no fue una victoria para el psicoanálisis, ya que debieron adoptar la american way of life y luego fue necesario alguien como Lacan para enderezar la barra. Fue una consecuencia del nazismo y de la segregación instalada por ese régimen.

A.L.-Q.: ¿Cómo explicar que lo real suscita hoy en día este tipo de defensa? ¿Cómo explicar que volvemos a encontrar en los comienzos del siglo XXI este tipo de defensa muy especial, el odio del otro, que está a gran escala, porque lo reencontramos en el dominio político en escala nacional?

J.-D.M.: Paradójicamente, es sin dudas un efecto del progreso en nuestras sociedades, relacionado con la extensión de los mercados y el reequilibrio de las grandes fuerzas mundiales. De alguna manera, se puede decir que el mundo es más igualitario que antes. La situación de muchos países, que antes estaban sometidos al colonialismo, a las grandes dictaduras, evolucionó y reclaman ahora la igualdad individual. El gran Otro está amortizado por la desaparición de los grandes valores que asientan y sostienen un cierto orden social, como en el momento de la Revolución o del Imperio. Finalmente, la historia está hecha de periodos que no duran mucho en la escala mundial. A pesar de todo, cuando eso desaparece, especialmente cuando hay una problemática individual, como en China, en donde la autoridad del poder se desmorona a medida que la policía se endurece; el capitalismo trae la dimensión del individualismo, de cada uno para sí, hasta el punto de estar dispuestos a degollar a su vecino para obtener lo que no tiene. Cuando el ideal desaparece o cuando el Otro ve desaparecer lo que lo sostiene, la dimensión del crimen, del odio o de la competencia absoluta toma un lugar totalmente mortal. Hay que estar atentos a eso, aunque no es seguro que tengamos soluciones, salvo la del psicoanálisis que es una solución de uno por uno. El psicoanálisis no tiene los medios de decir algo que modificaría la dirección de una sociedad. Freud lo dijo a menudo; Lacan lo anunció al final del siglo XX, pero sin embargo, eso no nos da los instrumentos para corregir esta orientación. Es una cuestión y una sensibilidad a la cual debemos prestar atención, porque cada uno tiene sus responsabilidades sobre este tema.

A.L.-Q.: Usted recordaba recién que el psicoanálisis sólo tiene una solución para oponerse al odio que es tomar a los sujetos uno por uno, ya que, en efecto, es necesario que consientan al dispositivo analítico. Dicho ésto, díganos algunas palabras sobre la manera en la que el psicoanálisis opera para ir contra estas pasiones del ser que son, no sólo el odio, sino también el amor y la ignorancia. El análisis permite poner a trabajar estas formas de negación de lo real que son el odio o un cierto tipo de amor, que tienen en común una base de ignorancia.

J.-D.M.: Es evidente que la experiencia que el psicoanálisis constituye – entre un sujeto que pasó por allí sin resignarse y sin abandonar la perspectiva del final de la cura, y aquel que confía en él – es en efecto una experiencia muy singular que pone a trabajar esas cuestiones. Esta experiencia los sostiene hasta el punto en el que los lazos sociales con el otro se modifican, se alivian, por un lado. En todo caso, el analizante que llevó la cosa hasta el final se encuentra advertido. Por otro lado, pienso que esta experiencia nos permite, de todas maneras, sostener en el lazo social, en las relaciones con los otros, un tipo de discurso, un tipo de solución, que prohíbe la dimensión segregativa, que prohíbe en el abordaje clínico, el tratamiento de las poblaciones por medio de las estadísticas y la epidemiología, que prohíbe el hecho de no considerar la necesidad de que sea uno por uno. Es my importante, y eso nos permite decir que la experiencia del psicoanálisis contribuye a una dimensión de civilización. No es por nada que Freud utilizó este título, Malestar en la cultura, que Lacan se interesó en la dimensión de los discursos, intentando tratar esta cuestión de lo real a partir del lazo social. El rol del psicoanalista es importante para tratar esta dimensión de civilización.

A.L.-Q.: Jean-Daniel Matet, muchas gracias.


Transcripción: Damien Botté. Edición: Damien Botté y Alice Delarue
Traducción: Laura Petrosino