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AFINIDADES
Selva Almada
escritora
El primer párrafo

Entrevista realizada por Christian Ríos

Selva Almada

Selva Almada nació en Entre Ríos en 1973. Es autora de varias obras, entre ellas El viento que arrasa (2012), Intemec, relato publicado en la editorial electrónica Los proyectos (2012), Una chica de provincia (2007), Niños (2005) y Mal de muñecas (2003). También ha integrado diversas antologías de cuentos, entre ellas Die Nacht des Kometen (Alemania, 2010) y su novela El viento que arrasa fue traducida al francés. Fue Becaria del Fondo Nacional de las Artes, co- dirige el ciclo de lecturas Carne Argentina y coordina talleres de escritura en Buenos Aires y en el interior del país.

En la siguiente entrevista, Selva Almada, nos trasmite su particular mirada del acto escribir, nos cuenta cómo y porque se acerco a la escritura, pero también nos habla sobre su forma de vivir los impasses y de cómo la contingencia forma parte fundamental en su manera de contarnos una historia.

Christian Ríos: ¿Qué funciona cómo causa de la escritura?
Selva Almada: No siempre es lo mismo. Algunas veces han sido anécdotas que me contaron, o algo que vi en la calle y me llamo la atención. Pero no siempre el motivo, o el impulso, se da de la misma manera. En Ladrilleros fue una anécdota que me contaron, en forma muy escueta y muy breve, pero había algo en eso que me quedó en la cabeza. Era la idea de un duelo en un parque de diversiones. Lo tuve mucho tiempo en mente y pasaron un par de años antes de que me sentara a escribirlo. Había algo ahí, en morirse en un parque de diversiones, que me resultaba seductor. En otros relatos fue otra cosa. Por ejemplo en un relato que terminé de escribir el año pasado, que había dejado porque no sabía como seguirlo, el disparador fue algo que escuché en las épocas de incendio. A veces en el verano se incendian parques, medio espontáneamente, o porque alguien es imprudente. Era una situación en la que salía todo el bicherio para la ruta, creo que había sido en El Palmar, como escapando del fuego. Me había impresionado esa imagen. Empecé ese relato, que se llama El incendio, por los animales. Después surgió detrás otra historia que tenía que ver con personas, con las relaciones entre las personas. Pero eso vino después de esa imagen que me pareció muy poderosa, el fuego y los animales escapando.

Christian Ríos: ¿Esas anécdotas, esas imágenes, tocan un punto que te precipitan a la escritura? ¿Cuáles sería ese punto?
Selva Almada: Creo que básicamente es lo insólito. Podría ser el asombro y la curiosidad. En la vida no soy una persona que se asombra fácilmente con las cosas. Mi pareja siempre me dice "Por qué decís que no te gusta el sushi si no lo probaste". No me interesa probarlo, ya sé que no me gusta. Él es de la idea de que hay que ser curioso y ver. A mi no me interesa, la curiosidad y el asombro los guardo para otras cosas. Creo que tiene que ver con las imágenes, con lo que me cuentan, pero fortuitamente. No voy a buscar. Espero y aparece. Como si estuviese sentada, en mi casa, mirando por la ventana, sabiendo que en un momento va a aparecer algo que me llame la atención, me asombre y me toqué en algún punto muy íntimo, que no podría explicar, pero que provoca que tenga ganas de escribir eso y ver hacia donde vamos. Pero no podría definir cuál es ese punto. No podría ponerle un nombre a ese punto.

Christian Ríos: ¿Y habría dos momentos distintos en la escritura: el impacto y el trabajo?
Selva Almada: Sí, totalmente.

Christian Ríos: ¿Escribir para vos sería un trabajo sobre el impacto?
Selva Almada: Sí, claro. Sería ese trabajo sobre algo que me impacta, que me asombra y bueno obviamente es mucho más arduo el trabajo de la escritura sobre eso que te impactó, que el impacto en sí. Porque ahí se empiezan a desplegar otras cosas. Se empieza a desplegar un universo. La anécdota del parque de diversiones era un punto muy pequeño, un duelo en un parque de diversiones. Para llegar a la novela hubo un montón de trabajo y de otra cosa que no tenía nada que ver con la anécdota original. Como una deformación del impacto para lograr una historia, un relato. Escribir sería como tratar de revivir esa conmoción, pero además tratar de trasmitírsela a otro que en realidad no sabes quién es. Es un posible lector. Entonces ahí es cuando entra el trabajo de la escritura. Para mi la escritura es trabajo, por supuesto un poco de talento hay que tener, pero básicamente trabajo. Ahí empieza lo complicado. Le doy mucha importancia al primer párrafo. Hasta que no logro un primer párrafo que me guste y que me parezca que tiene esa potencia para seguir adelante, no sigo adelante. Ese primer párrafo puede llevar semanas enteras hasta que finalmente cuaja. Tiene que ver con ésto, porque para mi ese primer párrafo, más allá que no tenga que ver con esa primera imagen que me impactó, el primer párrafo ya concebido como un relato que va a leer otra persona, tiene que tener un impacto para el lector. Me tiene que invitar a seguir leyendo.

Christian Ríos: ¿Ese primer párrafo tiene que trasmitir algo de ese impacto?
Selva Almada: Claro, en el primer párrafo tiene que haber algo de esa conmoción.

Christian Ríos: ¿Hay una necesidad de escribir cuando surge ese impacto?
Selva Almada: Sí, generalmente sí. Casi siempre.

Christian Ríos: ¿El impacto suele ser algo que tiene una urgencia?
Selva Almada: No, una urgencia no. Porque puede estar quizá años hasta que puedo escribirlo, o siento la urgencia de escribirlo. No es una urgencia inmediata.

Christian Ríos: Pero eso está ahí para escribirse.
Selva Almada: Claro. Otra vez vuelvo al ejemplo del parque de diversiones desde que me contaron esa anécdota pasaron dos o tres años. Pero siempre estaba ahí.

Christian Ríos: ¿Crees que exista un rasgo propio en la forma de contar, de escribir, en esta época?
Selva Almada: Por ejemplo Ladrilleros es hija de los 90, esta ambientada en los noventa, y tiene esa particularidad histórica de que esos dos pibes son hijos de los 90. La miseria, las privatizaciones, además en sitios muy olvidados por el gobierno. Pero Ladrilleros es Romeo y Julieta en clave gay. Me parece que hay historias que son universales, las historias que yo pretendo escribir son universales, aunque son muy locales. Me parece que Ladrilleros es una historia que podría ocurrir en cualquier lugar del mundo. Ladrilleros es la reescritura de Romeo y Julieta.

Christian Ríos: Sí, pero es una reescritura en todo caso. ¿Esa reescritura no introduce algo novedoso?
Selva Almada: A mí me parece que no hay muchos temas de los cuales escribir, que siempre son tres o cuatro temas, y después lo que cambia es la época, es el contexto. Por ejemplo el lenguaje con el que yo escribí Ladrilleros probablemente en el siglo xix no hubiese estado muy aceptado. Puede ser novedoso desde el punto de vista del lenguaje, o desde la construcción lingüística, de la construcción del lenguaje que hice ahí, novedoso incluso para mis contemporáneos, pero en el fondo creo que siempre estamos contando lo mismo.

Christian Ríos: ¿No ves diferencias en la manera de escribir por ejemplo entre los escritores de tu generación y escritores de generaciones anteriores? ¿Ves continuidades o rupturas?
Selva Almada: No veo rupturas en esta época. Creo que retomamos tradiciones y obviamente las aggiornas de alguna manera. Por ejemplo pensando en autores cuya tradición estaría siguiendo, Haroldo Conti, o Daniel Moyano, no me siento una rupturista con respecto a ellos. Probablemente haya un aggiornamento con respecto a lo mismo. Creo que hay un reciclaje, o un aggiornamento, pero no una verdadera ruptura. No sé si habrá algo más que romper, no sé si hay mucho más que romper. Eso lo hicieron los vanguardistas a principios de siglo y después no sé si habrá algo más novedoso. No hay otra cosa que trabajar mucho sobre el lenguaje, puede parecer una obviedad cuando uno esta hablando de escritura, pero creo que hay muchos escritores que no trabajan demasiado sobre el lenguaje. Es lo único que se puede hacer cuando uno escribe. No creo que haya posibilidades de romper nada a esta altura, a lo sumo reciclar. Darle alguna vuelta a determinados géneros que se han dejado de trabajar, por ejemplo la gauchesca, retomar tradiciones y darles un aire nuevo. Pero no creo que surja algo nuevo. Por eso cuando dicen "Nueva narrativa argentina", digo "¿Nueva qué?". En todo caso narrativa argentina contemporánea. Pero no nueva, porque la palabra nueva supone una novedad, una ruptura. No veo que haya eso conmigo, ni con lo que escribo, ni con aquello que escriben mis contemporáneos, mis pares.