Para los analistas, la angustia sigue siendo una señal, sino buena, al menos digna. Pero, ¿cómo actuar en el siglo XXI con un real que excluye la angustia, que la quiere eliminar, negar, evitar? ¿Cuál es ese dolor tan íntimo que uno puede recortar sino es angustia? ¿Cómo actuar sin ella?

La angustia despierta. Despierta ante el horror, ante la soledad. Si podemos hacer algo con ella, re-descubrirla en las transformaciones que la misma ha sufrido habremos hecho algo contra la indiferencia.

La voz y la mirada parecieran perder su fuerza, su brillo, parecieran no hacer falta. Al menos una, la del analista, dará vida a diferentes modos de existencia. Arribar a un modo de existencia exclusivo para cada uno es la ardua tarea a la que estamos comprometidos. Trabajo de construcción que implica tanto tiempo como deseo. Palabras que en nuestra práctica de hoy parecen insensatas.

Propongo el tiempo como el trozo de real más preciado y a la vez candente, como una piedra volcánica con la que el analista se encuentra; y con el cual tiene que actuar para frenar todas aquellas exigencias impuestas por lo particular del goce de cada quién y por ese plus universal puesto en marcha en cada discurso.

Renata Cuchiarelli
Socia Sede Catalunya ELP