Incomodidad, agobio, no saber. El vacío mismo. Apedazado, a veces amordazado o vestido de palabras con el ruido de fondo de la nada. Ser soporte de frases que convergen todas en la tenue dureza del sin-sentido es casi inenarrable. No hay palabra que calque esa experiencia.

Me he prestado a ser testigo y sostén de discursos tan firmes como una torre de naipes, de palabras solteras de afecto, de sujetos que afirmaban estar muertos. Átona, sin brillo, más allá de lo que narraban, una carga inmensa y vacía se adivinaba en la intimidad de su sufrimiento. Habitados por ella sin velos ni metáforas, alguno decía soy un cascarón. Unos agarrados a las palabras, otros al silencio.

No retroceder ante la psicosis... acotar, aligerar, sostener lo que no se sabe qué es, alrededor de lo cual, lo demás tiende a gravitar. No puedo decir el nombre propio de eso tan difícil de aguantar. Cada vez, lo siento en el cuerpo, me vuelve a pesar. Consiento a que sea depositado en mí lo que llamamos trozos de real.

Claudia González
CDC-Barcelona