Pegada a tus decires,
aprendí a dar la vuelta
a bancarme el hueco,
a tus caprichos constantes.
A sentir el dolor que acosa
la tensión del músculo,
el cansancio,
el desgano.
A la soledad intestinal abrumadora.
Las heces amarillas.
Una columna vertebral
eternamente torcida.
Me dominabas, me ponías a tus pies.
Ahora te tengo, es decir te manejo,
te porto, te pongo a raya,
a límite.
Camino de tu mano.
Y ante tu padecer
estoy
en franca retirada.
Con el hueco,
disfruto plenamente.
Soy mujer,
tengo un cuerpo.
No es saber del médico.
Dar la vuelta,
es cosa de discurso.
Cecilia Collazo
Buenos Aires, Argentina